Economía Sagrada: Dinero, Obsequio, y Sociedad en la Era de Transición

08 Sep
por Transición Sostenible, en la categoría Artículos, Blog, Videos   |  7 Comentarios

«Sacred Economics» o Economía Sagrada se trata de un nuevo concepto que apuesta por la economía del obsequio y que da nombre al último e interesantísimo libro de Charles Eisenstein. Dicho libro traza la historia del dinero desde las antiguas economías del obsequio hasta el capitalismo moderno, revelando cómo el sistema ha contribuido a la separación, competencia y escasez, destruido a la comunidad y necesitado un crecimiento sin fin. Hoy, estas tendencias han alcanzado el extremo–pero en la víspera del colapso, podemos encontrar una gran oportunidad para transitar hacia una forma de ser más conectada, ecológica y sustentable.

A continuación podeis leer la introducción de libro «Economía Sagrada: Dinero, Obsequio, y Sociedad en la Era de Transición» gracias a la traducción de Jorge Espinosa.

El libro se puede leer integro online y en inglés aquí

Economía Sagrada: Dinero, Obsequio, y Sociedad en la Era de Transición

Introducción

El proposito de este libro es convertir el dinero y la economía humana en cosas tan sagradas como todo el resto del universo.

Hoy en día asociamos al dinero con lo profano, y con buena razón.  Si hay algo sagrado en este mundo, seguramente no es el dinero.  El dinero parece ser el enemigo de nuestros mejores instintos, algo que se nos vuelve muy claro cada vez que un impulso hacia la generosidad y la gentileza es bloqueado por la idea de “no me alcanza.”  El dinero parece ser enemigo de la belleza, como lo demuestra el peyorativo “vendido.”  El dinero parece ser enemigo de toda valiosa reforma social o política a medida que el poder corporativo maneja legislaciones hacia el incremento de sus ganancias.  El dinero parece estar destruyendo la tierra, a medida que saqueamos oceanos, bosques, suelos, y especies para alimentar una avaricia que no conoce límite.

Desde por lo menos la vez que Jesus sacó a los cambiadores de moneda del templo, hemos sentido que hay algo impuro en el dinero.  Cuando los políticos buscan dinero por encima del bien común los llamamos corruptos.  Adjetivos como “sucio” e “inmundo” naturalmente describen al dinero.  Se espera que los monjes tengan poco que ver con él: “No podéis servir a Dios y a Mammón.”

Al mismo tiempo, es innegable que el dinero tiene una cualidad misteriosa y mágica tambien, el poder de alterar el comportamiento, y coordinar la actividad humana.  Desde tiempos antiguos los pensadores se han maravillado con la habilidad que tiene una simple marca de conferir este poder a un disco metálico o un pedazo de papel.  Lamentablemente, si vemos a nuestro alrededor, es difícil no concluir que la magia del dinero es una magia malvada.

Por supuesto, si vamos a convertir el dinero en algo sagrado, nada menos que una revolución del orden mayor bastará, una transformación de su naturaleza esencial.  No sólo son nuestras actitudes acerca del dinero que deberán cambiar, como algunos gurús de la auto-ayuda nos quieren hacer creer; masbien deberemos crear nuevos tipos de dinero que encarnen y refuercen las actitudes cambiadas.  Economía Sagrada describe este nuevo dinero y la nueva economía que se consolidará a su alrededor.  También explora la metamorfosis de identidad humana que es tanto causa como resultado de la transformación del dinero.  Las actitudes cambiadas que menciono llegan al corazón de lo que es ser humano: incluyen nuestra comprensión del propósito de la vida, el papel que desempeña la humanidad en el planeta, la relación del individuo a la comunidad humana y natural; hasta lo que és ser un individuo, un ser.  Despues de todo, tenemos la experiencia del dinero y (la propiedad) como extensión de nosotros mismos; por ende el pronombre posesivo “mío” para describirlo, el mismo que usamos para identificar nuestros brazos y cabeza.  Mi dinero, mi auto, mi mano, mi hígado.  Consideremos tambien el ultraje que es para nosotros el que nos despojen de él, (“ripped off” en inglés describe tanto que le arranquen a uno algo, como el ser estafado) tal y como si una parte de nuestro ser hubiese sido tomada.

Una transformación de profano a sagrado para el dinero-parte tan íntima de nuestra identidad, tan central al funcionamiento del mundo-repercutiría de manera muy profunda en verdad.  Pero qué significa para el dinero, o para cualquier cosa que venga al caso, ser sagrado?  En un sentido crucial es lo opuesto a lo que sagrado ha llegado a significar.  Durante varios miles de años, los conceptos de sagrado, santidad y divinidad se han referido más y más a algo fuera de la naturaleza, el mundo, y la carne.  Hace tres o cuatro mil años los dioses comenzaron a migrar de los lagos, bosques, ríos y montañas hacia el cielo volviéndose señores imperiosos sobre la naturaleza, en lugar de conformar la mera esencia de ésta.  A medida que la divinidad se separó de la naturaleza, tambien se volvió pecaminoso involucrarse demasiado con los asuntos del mundo.  El ser humano dejó de ser alma viva, encarnada, y se convirtió en envoltura profana, un receptáculo del espíritu y nada más, culminando en mota de conciencia Cartesiana observando el mundo sin participar en él, y el Dios-relojero Newtoniano, igual.  Ser divino se volvió ser supernatural, inmaterial.  Si Dios participaba en el mundo, era por medio de milagros-intercesiones divinas que violaban o supercedían las leyes de la naturaleza.

Paradójicamente, esta cosa foránea y abstracta llamada espíritu se supone ser lo que anima al mundo. Preguntémosle al religioso qué es lo que cambia cuando alguien muere y dirá que el alma se ha ido del cuerpo.  Preguntenle qué hace caer a la lluvia y soplar al viento, dirá que es Dios.  Para estar seguros, Galileo y Newton aparentan haber quitado a Dios del funcionamiento cotidiano del mundo, explicándolo como el relojeo de una máquina vasta de masa y fuerza impersonal, pero aún necesitan al Relojero que le da cuerda en un principio, e impregna al universo con la energía potencial con la que funciona desde entonces.  Hoy en día, este concepto sigue en pie como el Big Bang, evento primordial fuente de la “entropía negativa” que permite el movimiento y la vida.  En todo caso, nuestra noción cultural de “espíritu” es que es algo aparte y no mundano, pero que puede intervenir milagrosamente en asuntos materiales, y que hasta los anima y dirige de manera misteriosa.

Es sumamente irónico y de gran significancia que la única cosa en el planeta que más se aproxima al predominante concepto de lo divino es el dinero.  Es una fuerza inmortal e invisible que rodea y conduce todo, omnipotente y sin límites, una “mano invisible” que, como se dice, hace girar al mundo.  Pero el dinero actualmente es una abstracción, cuando mucho: símbolos sobre papel, pero usualmente dígitos binarios en un ordenador.  Existe en una dimensión remota y lejana del mundo material.  Allí está exento de las leyes mas importantes de la naturaleza, ya que no decae ni vuelve al suelo como todo lo demás, se conserva más bien, incambiable, en sus bóvedas y archivos digitales, hasta creciendo con el tiempo gracias al interés.  Tiene las propiedades de preservación eterna e incremento sin fin, ambas cosas profundamente no naturales.  La sustancia natural que más se le asemeja es el oro; inoxidable, no se mancha ni decae.  Por esto se usó el oro como dinero, y como símbolo del alma divina, que es incorrompible e incambiante.

Esa propiedad divina de abstracción que tiene el dinero, su desconección del mundo de cosas verdaderas, alcanzó su extremo en los primeros años de el siglo XXI  cuando la economía financiera perdió su anclaje en la economía de verdad y tomó vida propia.  Las vastas fortunas de Wall Street se desconectaron de cualquier producción material, pareciendo existir en una realidad aparte.

Sobremirando desde sus alturas Olympianas, los financieros se hacían llamar “amos del universo,” canalizando los poderes de su dios para dar fortuna o ruina a las masas, literalmente moviendo montañas, destruyendo bosques, cambiando el curso de los ríos, y causando el subir y caer de naciones enteras.  Pero el dinero mostró ser un dios caprichoso.  En lo que escribo estas palabras, parece que los ritos desesperados del sacerdocio financiero para aplacar al dios Dinero son en vano.  Como el clero de una religión que está a punto de morir, exigen a sus seguidores mayores sacrificios, mientras culpan por sus desfortunas al pecado (la avaricia de los banqueros y la irresponsabilidad de los consumidores) o los caprichos misteriosos de Dios (los mercados financieros).  Pero hay algunos que ya están culpando a los mismos sacerdotes.

Lo que llamamos recesión, una cultura anterior pudo haber llamado “Dios abandonando al mundo.”  El dinero está desapareciendo, y con él otra propiedad del espíritu: la fuerza animadora del ámbito humano.  Al escribir esto, todas las máquinas en el mundo están en desuso.  Las fábricas se han detenido, los equipos se oxidan en los sitios de construcción; parques y bibliotecas cierran, millones hay sin techo ni comida, mientras las unidades de vivienda siguen vacantes, y la comida se pudre en los almacenes.  Pero todos los insumos materiales y humanos para construir las casas y distribuir los alimentos aún existen.  Es más bien algo immaterial, el espíritu animador, que ha huido.  Lo que se ha fugado es el dinero.  Es lo único que falta, tan insustancioso (en su forma de electrones en computadoras) que apenas se puede asegurar que existe, y tan poderoso que sin él la productividad humana se detiene por completo.  A nivel individual tambien, podemos ver los efectos desmotivadores de la falta de dinero.  Consideremos el estereotipo del hombre desempleado, casi en la quiebra, recostado frente al televisor en su ropa interior, tomándose una cerveza, con apenas las fuerzas para levantarse de su asiento.  El dinero, al parecer, anima tanto a la gente como a las máquinas.  Sin él estamos desanimados o sin espíritu. 

No nos damos cuenta que nuestro concepto de la divinidad ha atraido a si un dios que le encaja perfectamente, y le ha dado soberanía sobre la tierra.  Al divorciar al alma de la carne, al espíritu de la materia, y a Dios de la naturaleza, hemos instaurado un poder soberano desalmado, enajenador, ni divino, ni natural.  Así que cuando hablo de consagrar al dinero, no invoco agentes supernaturales que le infundan santidad a los objetos inertes y mundanos de la naturaleza.  Mas bien, estoy regresando a un tiempo pasado, que predata este divorcio entre materia y espíritu, tiempo en el cual la santidad era endémica a toda cosa.

Y que es lo sagrado?  Tiene dos aspectos: la unicidad y la relación.  Un objeto o ser sagrado es aquel que es especial, singular, único en su categoría.  Por eso es infinitamente preciado; es irremplazable.  No tiene equivalente, ni ningún “valor” finito, ya que el valor solo se determina por comparación.  El dinero, como toda medida, es un estándar de comparación.

Por único que sea, lo sagrado es inseparable de todo lo que contribuyó a su manifestación, de su historia, y del lugar que ocupa en la matriz de la existencia.  Pueden estar pensando que realmente toda cosa y toda relación es sagrada.  Eso podrá ser muy cierto, pero aunque lo creemos a nivel de intelecto, no siempre lo sentimos.  Algunas cosas las percibimos como sagradas y otras no.  Las que si, las llamamos sagradas, y su propósito es recordarnos la santidad de toda cosa.

En la actualidad, vivimos en un mundo despojado de santidad, y pocas cosas nos hacen sentir que vivimos en un mundo sagrado.  La producción en masa y estandarización de “commodities,” las casas prefabricadas, los paquetes idénticos de los alimentos, las relaciones anónimas con funcionarios institucionales, niegan la unicidad en el mundo.  Los origenes distantes, el anonimato de las relaciones, la invisibilidad de las consecuencias en la producción y el descarte de nuestra mercancía niegan la interconnección y la relación.  Así pues vivimos sin tener experiencia de lo sagrado.  Y de las cosas que niegan la unicidad y la relación, el dinero está a la cabeza.  La idea de la moneda tuvo su origen en la estandarización y así cada dracma, shéquel, y yuan fueran en función idénticos.  Además como medio de intercambio universal y abstracto, el dinero está divorciado de sus orígenes, de su conección a la materia.  Un dólar es el mismo dólar sin importar de donde se obtuvo.  Pensaríamos que alguien es inmaduro si pusiera una suma de dinero en el banco y la retira al mes quejándose que “éste no es el dinero que deposité!  Son otros billetes!”

Por consiguiente una vida monetizada es una vida profana puesto que el dinero y las cosas que compra no cuentan con las propiedades de lo sagrado.  Que diferencia hay entre un tomate comprado en  el supermercado y un tomate producido en la huerta de mi vecino que recibí como obsequio?  O una casa prefabricada y una casa construida por alguien que me conoce a mi y la vida que llevo?  Las diferencias son marcadas por las relaciones únicas de quien da y quien recibe.  Cuando la vida está llena de cosas así, hechas con cariño, conectadas por una red de gente y personas conocidas, es una vida plena, enriquecedora.  Hoy en día vivimos bajo una avalancha de monotonía e impersonalidad.  Hasta los productos hechos a la medida, si son producidos en masa, solo ofrecen unas pocas permutaciones de los mismos bloques estándares.  Esta monotonía entumece el alma y abarata la vida.

La presencia de lo sagrado es como retornar a un hogar que siempre estuvo allí, a una verdad que siempre existió.  Puede darse al observar una planta o insecto, o escuchar una sinfonía de aves o ranas, el sentir lodo entre los dedos de los pies, contemplar un objeto hermoso, reconocer la complejidad imposiblemente coordinada de un ecosistema o una célula, presenciar una sincronicidad en la vida, ver niños jugar, o quedar conmovido con una obra maestra.  Extraordinarias experiencias que de ninguna manera se separan del resto de la vida, más bien su poder se deriva de la vista que dan a un mundo más real, un mundo sagrado que existe en paralelo y en compenetración con el nuestro.

Que son este “hogar” y esta “verdad?”  La verdad de la unidad y relación entre todas las cosas, el sentir que participamos en algo mas grande que uno mismo, que al mismo tiempo es uno mismo.  En la ecología, es el principio de la interdependencia: que todos los seres dependemos para la supervivencia de la red de otros seres que nos rodea, y se extiende a incluir a todo el planeta.  La extinción de una especie disminuye nuestra plenitud, nuestra salud, nuestro ser: algo de nuestro propio ser se está perdiendo.

Si lo sagrado es el portal hacia la unidad inherente de todas las cosas, es igualmente un portal a la unicidad y especialidad de cada cosa.  Un objeto sagrado es único; conlleva una esencia única que no puede ser reducida a un set de cualidades genéricas.  Por eso la ciencia reduccionista parece despojar al mundo de santidad, ya que todo se vuelve una u otra combinación de un puño de bloques genéricos.  Este concepto refleja nuestro sistema económico, que consiste primordialmente de commodities genericos, estandarizados, descripciones de puestos de trabajo, procesos, datos, insumos, productos, y dinero-el componente mas genérico y el colmo de la abstracción.  En tiempos pasados no fue así.  Las tribus veian a cada ser no como un miembro de una categoría, pero como un individuo único y con espíritu.  Hasta las piedras, nubes, y gotas de agua aparentemente idénticas se reconocían como seres únicos y con capacidad de sentir.  Los productos de la mano humana eran únicos tambien, y expresaban a través de sus irregularidades distintas la firma de su creador.  Éste era el vínculo entre las dos cualidades de lo sagrado, la relación y la unicidad: objetos únicos que retienen la marca de su origen, su lugar único en la gran matriz del ser, su dependencia en el resto de la creación para su existencia.  Los objetos estandarizados, la mercancía commodity, son uniformes y desarraigados de toda relación.

En este libro describo la visión de un sistema monetario y economía sagrada que encarnen la interrelación y la unicidad de toda cosa.  No existirá en separación real ni percibida de la matriz natural en que se basa.  Reune los divorciados entornos de humanidad y naturaleza, es extensión de la ecología, obediente a sus leyes, y conllevando toda su belleza.

En cada institución de nuestra civilización, por fea o corrupta, se encuentra la semilla de algo hermoso: la misma nota en una octava mayor.  El dinero no es excepción.  Su propósito original es sencillamente conectar dones humanos con necesidades humanas, para que podamos todos vivir en abundancia mayor.  Cómo en vez llego el dinero a generar escasez en lugar de abundancia, y separación en vez de conección, es uno de los hilos de este libro.  A pesar de lo que se ha vuelto, en esa idea original del dinero como agente de obsequios reluce lo que un día lo tornará sagrado.  Reconocemos el intercambio de obsequios o dones como ocasión sagrada, por lo cual instintivamente hacemos del intercambio de regalos una ceremonia.  El dinero sagrado será entonces un medio para obsequiar, una manera de empapar a la economía global del espíritu prodigo y dadivoso que gobernó culturas tribales y pueblerinas, y que rige los intercambios que se dan por encima de la economía monetaria.

Economía Sagrada describe este futuro y marca una ruta práctica a seguir.  Hace mucho me cansé de los libros que critican un aspecto de la sociedad sin ofrecer alternativa positiva.  Luego me cansé de libros con alternativas positivas imposibles de alcanzar: “Debemos reducir las emisiones de carbono en un 90 porciento.”  Luego me cansé de libros que ofrecían maneras de llegar, sin describir lo que yo, en lo personal, puedo hacer para lograrlo.  Economía Sagrada opera en los cuatro niveles: ofrece un análisis fundamental de lo que ha fallado con el dinero; describe un mundo mas hermoso basado en otro tipo de dinero y economía; explica las acciones colectivas que son necesarias para para crear ese mundo y los medios por cuales estas acciones se pueden dar; y explora las dimensiones personales de la transformación mundial, el cambio en identidad y ser que yo llamo “vivir en el obsequio.”

Una transformación del dinero no es panacéa para todos los males del mundo, ni debe tomar prioridad sobre otras áreas de activismo.  Un reordenamiento de la información en las computadoras no quita la devastación social y material que azota al planeta.  Aun así, el trabajo de sanar en cualquier otro ámbito nunca alcanzará su potencial sin una correspondiente transformación del dinero, ya que está profundamente entretejido con las instituciones y costumbres de nuestra vida.  Los cambios económicos que describo son parte de un cambio vasto que abarca todo y no deja un solo aspecto de la vida sin tocar.

La humanidad apenas comienza a despertar a la verdadera magnitud de la crisis que enfrentamos.  Si la transformación económica que describo parece milagrosa, es porque nada menos que un milagro es lo que se necesita para sanar al mundo.  En todo ámbito, desde el dinero a la recuperación ecológica, la política, la tecnología, y la medicina, necesitamos soluciones que excedan los límites actuales de lo posible.  Afortunadamente, a medida que el mundo antiguo se desmorona, nuestro conocimiento de lo posible se expande, y con ello nuestra valentía, y voluntad para actuar.  La convergencia actual de crisis en dinero, energía, educación, salud, agua, suelo, clima, política, el ambiente, y demás es una crisis de nacimiento, del mundo antiguo a uno nuevo.  Inevitablemente, estas crisis invaden vidas personales, nuestro mundo se desborda, y tambien nacemos a un nuevo mundo y a una nueva identidad.  Por eso tantos sienten una dimensión espiritual tras la crisis global, y la crisis económica inclusive.  Sentimos que no volveremos a lo “normal” y que nacemos a una nueva normalidad: un nuevo tipo de sociedad, una nueva relación a la tierra, y una nueva experiencia de ser humano.

Dedico todo mi trabajo a ese mundo mas hermoso el cual nuestros corazones nos dicen es posible.  Digo nuestros “corazones” ya que nuestras mentes a veces nos dicen que no es posible.  Nuestras mentes dudan que las cosas serán diferentes a lo que nuestra experiencia nos enseña.  Talvez has sentido una ola de cinismo, desdén, o desesperación al leer mi descripción de una economía sagrada, o las ganas de tachar mis palabras como perdidamente idealistas.  Hasta yo sentí la tentación de atenuar mi descripción, para hacerla más probable, más rsponsable, y más en línea con nuestras bajas expectativas de lo que la vida y el mundo pueden ser.  Pero tal atenuamiento no hubiera sido veraz.  Lograré, usando las herramientas de la mente, comunicar lo que lleva mi corazón.  En mi corazón sé que  es posible crear una economía y una sociedad así de hermosa-es más, cualquier cosa menor sería  indigna.  Acaso estamos tan quebrantados que aspiraríamos a menos que un mundo sagrado?

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7 Responses to Economía Sagrada: Dinero, Obsequio, y Sociedad en la Era de Transición

  1. Mailer Mattié

    Gracias por asumir -y enseñarnos- los riesgos de lo posible.

  2. maria cabezas

    en busqueda de nuevos puntos de vista…gracias por este interesante planteamiento

  3. Pingback: Charles Eisenstein - Viviendo sin crecimiento económico

  4. Juan

    Espectacular!!!

  5. Pingback: Ajudada - ayudando y dando colectivamente en tiempos de cambio

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