Gaia; un piso compartido

09 Feb
por Transición Sostenible, en la categoría Artículos, Blog   |  Sin comentarios

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Gaia; un piso compartido

El hombre era para Aristóteles un animal sin alas, con dos pies, con las uñas planas, pero era un animal especial, el único entre los seres con capacidad de razonar[1]. Linneo, padre de la taxonomía biológica, nos colocaba en la cúspide evolutiva y nos definía como animal cultural y social, seres emancipados de lo biológico. Para el filósofo francés Edgar Morín, el hombre es mucho más que un animal, es amor, muerte, pasión, guerra,…[2].

Lo cierto es que por muy peculiares que seamos no dejamos de ser animales. Además, y más importante aún, es el hecho de que vivimos todos en la misma casa y se trata de un piso compartido.

Se estima que en la tierra vivimos entre 2 y 50 millones de especies distintas, sin embargo los humanos, ya casi 7000 millones de personas, ocupamos casi todas las habitaciones, nos comemos casi todo lo que hay en la nevera y nunca limpiamos. ¿Aguantará nuestro planeta tanto desequilibrio?

Según la teoría de Gaia[3] los organismos vivos y los medios inorgánicos han coevolucionado juntos como si de un sistema vivo se tratase. En analogía a los organismos individuales, en este proceso de coevolución continua observamos un proceso de homeostasis que, históricamente, ha autorregulado la temperatura global, la concentración de gases de la atmosfera, la salinidad de los océanos y otros factores críticos para el mantenimiento de la vida sobre la Tierra al largo de los últimos miles de millones de años.

El sistema complejo de Gaia se empezó a formar cuando apareció la vida en nuestro planeta tierra hace unos 3800 millones de años. Desde entonces, y a lo largo de su proceso evolutivo, la tendencia ha sido aumentar la diversidad de sus habitantes, creando así relaciones más complejas entre los seres vivos y su entorno inorgánico, y tendiendo hacia el equilibrio del sistema. Sin embargo en el pasado hubo 5 momentos de gran desequilibrio debidos a eventos de origen externo – cómo el impacto de grandes meteoritos – y también interno – cómo el cambio de una atmósfera reductora a una atmósfera oxidante debido a la acumulación del oxigeno de origen biótico. Todos ellos llevaron a la desaparición de gran parte de la vida, y es lo que se conoce como las 5 grandes extinciones de la prehistoria. La última y quizás la más conocida es la que ocurrió hace unos 65 millones de años y que eliminó a los dinosaurios terrestres y a los amonitas marinos entre otros, causando la extinción de 80% de la diversidad existente por aquel entonces.

En la actualidad, 30.000 especies desaparecen cada año (¡¡3 cada hora!!) lo que supera las tasas de extinción de las 5 grandes extinciones. Por ello, a esta época los científicos le dan el nombre de la sexta gran extinción[4].La gran diferencia entre esta y las anteriores grandes extinciones es que la causa de los desequilibrios no es abiótica sino biótica; los humanos.

La sexta gran extinción se puede dividir en dos fases. La primera empezó aproximadamente hace 100.000 años con la evolución del Homo Sapiens en África y su dispersión a lo largo y ancho del planeta, que supuso la caza excesiva de las especies comestibles y la dispersión de enfermedades. La segunda fase comenzó hace tan solo 10.000 años con el aprendizaje de la domesticación vegetal y animal, punto a partir del cual se declaró la guerra abierta a los ecosistemas. La agricultura, calificada por Jared Diamond como el mayor error de la historia de la raza humana[5], y la utilización de animales domesticados aparecieron simultáneamente en distintas partes del mundo y tuvieron el efecto de eliminar la capacidad de carga que nos imponían los ecosistemas, permitiendo de esta manera el crecimiento exponencial de la población humana, que pasó de menos de 10 millones de personas hasta los casi 7000 millones de la actualidad.

Partiendo de la idea de Gaia como un sistema vivo, podemos hacer una serie de analogías con organismos más sencillos como nosotros. De esta forma, cada ser vivo podría considerarse una célula, cada especie un tipo de célula, las poblaciones tejidos, y los ecosistemas los órganos de Gaia. Si examinamos entonces el comportamiento de la población humana podemos apreciar un claro paralelismo con las células cancerígenas: crecemos de forma exponencial, al crecer destruimos otros tejidos, e incluso órganos que constituyen el cuerpo en el que vivimos y al final, debido al ambicioso crecimiento, morimos al destruir al organismo afectado. ¿Acabaremos igual?

Lo cierto es que la vida es increíblemente resiliente y siempre se ha recuperado, aunque después de un largo periodo, de las anteriores grandes extinciones. Pero esto sólo lo ha conseguido cuando la causa que la provocaba desaparecía.

La importancia de la resiliencia

La resiliencia es la capacidad que tiene un sistema de absorber los choques y reorganizarse mientras se produce el cambio, de manera que el sistema mantiene esencialmente la misma función, estructura e identidad[6].

Esta propiedad es básica e inherente a cualquier sistema, ya sea social, natural o planetario, y es directamente proporcional a la diversidad de las especies, individuos o componentes que lo forman[7].

Es un hecho que debido a nuestro modelo de desarrollo globalizado, insostenible y basado en el crecimiento continuo e ilimitado hemos superado la capacidad de carga del planeta, provocando una enorme crisis sistémica[8]. Consecuencias actuales de esta relación disfuncional dominante entre la sociedad industrial y la naturaleza, son el cambio climático, la desaparición acelerada de la diversidad cultural y natural del planeta y con ello la disminución alarmante de la resiliencia, y las crisis sociales y económicas asociadas.

Las sociedades resilientes son aquellas que han cohabitado en equilibrio a lo largo de los siglos con el medio natural que las sustentaba. Toda esa diversidad de conocimientos tradicionales, fuente de resiliencia, se esta perdiendo por la homogeneización global que provoca nuestro sistema. Dicho proceso, perfectamente descrito por Helena Norberg-Hodge para la región de Ladakh (norte de la India)[9], debe revertirse para salvar la diversidad eco-cultural del planeta, nuestra resiliencia.

El futuro en nuestras manos

Según James Lovelock, el mundo ha sobrepasado ya el punto de no retorno en el cambio climático y la civilización, tal y como la conocemos hoy día, es poco probable que sobreviva. Añade: “Antes de que se acabe el siglo miles de millones de personas morirán y se producirán masivas migraciones hacia los polos que serán los únicos lugares aún habitables”[10].

Para Jared Diamond, las principales causas que produjeron el colapso en sociedades antiguas como la Rapa-Nui de la isla de Pascua o la cultura Maya de Centroamérica, fue la superación de la capacidad de carga de sus ecosistemas y la incapacidad de responder adecuadamente a los cambios en el entorno, ya fueran por causas naturales o provocadas socialmente. Nosotros estamos siguiendo claramente el mismo patrón pero con una gran diferencia: esas sociedades no se conocían entre ellas y no podían conocer las lecciones cruciales que nosotros debemos aprender de ellos[11].

Las previsiones de futuro son en la mayoría de los casos catastrofistas. Sin embargo aunque difícil, aún está en nuestras manos el cambiar la dirección de los acontecimientos, haciendo de estos tiempos de crisis tiempos de oportunidad. Para ello, es imprescindible la transición hacia un modelo de vida, que lejos de las incoherencias del sistema actual, apueste por la disminución drástica del impacto sobre el medio y la reconstrucción de la resiliencia de los sistemas socio-ecológicos[12].

Existen, hoy día, un amplio abanico de iniciativas y movimientos que, por todo el mundo, trabajan en la construcción de un modelo sostenible, y para alcanzar ese fin las principales estrategias utilizadas son: la localización de las actividades, la radical disminución del consumo tanto energético como material y la reconexión con el medio natural.

Buenos ejemplos de ello son iniciativas de escala local en Cataluña como las cooperativas de consumo, los huertos urbanos o los centros sociales como Can Masdeu[13], e iniciativas internacionales de gran repercusión a escala global como la Sociedad Internacional de Ecología y Cultura (ISEC)[14], movimientos como el del Decrecimiento[15], el de las Post Carbon Cities[16], el Slow movement[17] o el de las Transition Towns[18].

Estas iniciativas, y muchas otras que aquí no se citan, trabajan en ámbitos, contextos y escalas muy diferentes pero teóricamente por un objetivo común. Sin embargo, en muchos casos la dispersión de estos movimientos y su estrecha mirada hace que, en vez de trabajar conjuntamente, se aíslen perdiendo así gran parte de su fuerza y alcance. Por todo ello, en estos momentos tan trascendentales de la historia resulta crucial ampliar la mirada viendo la problemática desde la sistémica, buscar la manera de unirse aumentando así la masa crítica y favorecer el aprendizaje entre unos y otros.

Juan del Río

*Fragmento de la publicación «De la idea a la acción; aprendiendo del movimiento Transition Towns»

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[1] “Se admite que hay tres cosas por las que los hombres se hacen buenos y virtuosos, y esas tres cosas son la naturaleza, el hábito y la razón. Los otros animales viven primordialmente por acción de la naturaleza, si bien algunos, en un grado muy pequeño, son también llevados por los hábitos; el hombre en cambio, vive también por acción de la razón, ya que es el único entre los animales que posee razón; de manera que en él estas cosas deben guardar armonía reciproca entre sí. Los hombres, en efecto, obran con frecuencia de manera contraria a los hábitos que han adquirido y a su naturaleza a causa de su razón, si están convencidos de que algún otro camino de acción les es preferible.”

Aristóteles: Política, VII, 12, 1332b

[3] La primera intuición sobre la teoría de Gaia vino del trabajo encargado a Lovelock por la Nasa sobre el estudio de la existencia de vida en Marte. Lovelock llegó a la conclusión que no hacía falta volar hasta allá para averiguarlo, ya que mirando si la atmósfera del planeta estaba en un estado de desequilibrio, es decir, alejada del equilibrio termodinámico, podría indicarnos si existía o no acción de los seres vivos. Posteriormente está idea fue trabajada conjuntamente con Lynn Margulis dando como resultado la teoría de Gaia. Más adelante, tuvieron la idea de desarrollar un modelo sencillo de equilibrio cibernético que ilustraba que para el sistema Gaia no era necesario un ‘control’ o ‘sistema nervioso’ centralizado, lo llamaron “Daisy Workd”.

[4] Eldredge, N. (1998). “Life in the Balance: Humanity and the Biodiversity Crisis”. Cambridge University Press.

[5] Diamond, J.“The Worst Mistake In The History Of The Human Race”. Discover-May 1987, pp. 64-66

En este artículo se argumenta que la adopción de la agricultura se produjo de manera forzada frente al aumento constante de la población y supuso un descenso cualitativo muy grande en las dietas que pasaron de ser ricas y variadas a monótonas.

[6] Walker, B., Hollinger, C.S., Carpenter, S.R. and Kinzing, A. (2004) “Resilience, Adaptability and Transformability in Social-ecological Systems” Ecology and Society. 9 (2) p.5.

[7] Peterson, G., Allen, C.R. and Holling, C.S. (1998) “Ecological Resilience, Biodiversity, and Scale” Ecosystems 1:6-18.

[8] Latouche, S. (2007) “Sobrevivir al Desarrollo”.Barcelona. Icaria.

[9] Norberg-Hodge, H. (2000) “Ancient Fitures: learning from Ladakh”. Rider Books

[10] Lovelock, J. (2006) “The Revenge of Gaia: Why the Earth is Finghting Back – and How we Can still Save Humanity”. London. Penguin.

[11] Diamond, J. (2006). “Colapso. Porqué unas sociedades perduran y otras desaparecen”. Barcelona. Debate.

[12] “Human and ecologycal Systems are dynamic, interacting and interdependent”. Resilience and sustainable developement. A report for the Swedish Environmental Advisory Council.

[13] http://www.canmasdeu.net/cat/index.php

[14] http://www.isec.org.uk/index.html

[15] http://www.decrecimiento.info/

[16] http://postcarboncities.net/

[17] http://www.slowmovement.com/

[18] http://www.transitiontowns.org/

 

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